
Desde pequeños nos enseñan a dar las gracias, cuando alguien hace algo por nosotros y es posible que en ese momento, en un contexto más amoroso y familiar, tenga un sentido de compartimento emocional.
En estos últimos tiempos en que todo se ha trastocado de alguna forma. El decir gracias se ha convertido es un mero convencionalismo social. Esta situación depende también de cómo cada persona pueda ver y desarrollar esta posibilidad emocional.
La gratitud es un acto
Un acto que engrandece al que lo otorga tanto como al que lo genera. Es también una puerta abierta a la posibilidad de relacionarse desde un contexto más humano, cuando ésta es sentida como tal y no como un mero convencionalismo social.
A la gratitud se la menoscaba cuando se ubicaba como un requisito para ser educado, como una normativa social, para parecer más refinado en el contexto meramente frívolo de las relaciones sociales.
También cuando a nuestros hijos les decimos -“es de mala educación no dar las gracias”- por ejemplo le quitamos ese poder emocional que tiene, para solo circunscribirse a un mero artilugio social y para cumplir con los mandatos familiares y sociales, para que nuestra imagen pública se vea fortalecida.
Dar las gracias como recibirlas de forma sensorial es la llave para generar un vínculo con otro ser humano.
La gratitud, cuando se internaliza y es trasuntada como algo sentido que le damos a otro ser humano, abre la posibilidad de co-crear un espacio de apertura y emocionalidad mutua desde mi observación es un elemento vital para nuestra fortaleza emocional.
La gratitud no es una señal de debilidad
Como a veces se le ha querido poner, es por el contrario el poder más puro que puede poseer una persona para iniciar un compartimiento de estimación y afecto sincero.
No es la palabra que decimos lo que genera esta posibilidad, si no la forma en que la sostenemos con acciones que alineadas a esta hacen sostener las relaciones, como así también la calidez, el ritmo, y el timbre de voz que utilizo cuando emito un “gracias”.
Muchas veces cuando le doy gracias a mi esposa por algo que hace por mí, siento que ese contexto emocional que discurre entre nosotros crece. O cuando mi hija me agradece por algo, lo mismo.
La gratitud bien avenida logra generar entre las que la comparten una capacidad sustantiva de aprecio por lo que hizo una persona por otra, de afecto y también amor sostenido si las relaciones son más profundas.
¡Re-valoremos a la gratitud como una posibilidad real de ser cada vez mejores personas!
Y además como un espacio siempre abierto para que las personas puedan verse como lo que son, seres humanos.
¡Te invito y desafío a que te respondas!
Cuánto tiempo hace que no le digo gracias, como si fuera un ritual, a:

- A la vida que me inspira, me renueva y me da la oportunidad de evolucionar diariamente.
- Al lugar donde estoy aquí y ahora, pues este lugar necesita de mí, y yo de él.
- Hablando de salud, a todos los órganos de mi cuerpo, que funcionan en plena armonía y perfección.
- Con respecto al hogar, a la casa donde habito, que me sirve de refugio y descanso.
- También a las oportunidades de trabajo, logros, éxitos y evolución que se abren delante de mi diariamente.
- En finanzas, a cada pago recibido, porque de esa manera honro mi nombre, honro mis compromisos y mi dinero se multiplica.
- Por consiguiente a todo aquello que compro o adquiero, porque es el fruto de mi trabajo.
- Por supuesto que a las personas que aparentemente me hacen “mal”, porque me ayudaron a formar el coraje para seguir adelante, y gracias a los que me hicieron bien, porque así me hicieron sentir amad@.
- A todas las oportunidades de éxito financiero y personal que recibo, identifico y acepto.
- Y claro que a mí mismo/a que he encontrado la gratitud en todas las personas, cosas y hechos.
- Al Universo entero, que conspira a favor de cada uno de mis pensamientos, por eso escojo con mucho cuidado lo que pienso, hablo o deseo.
- A Dios o a mi creencia, por tener un amigo/a leal que me envía este mantra, ¡BENDÍCELO Y GUÁRDALO SIEMPRE EN TUS PODEROSAS ALAS!
A Dios y/o al Universo maravilloso que existe dentro de mí, soy parte de su divinidad, por eso irradio luz, amor y paz a donde quiera que yo esté…
¡Gracias por tu tiempo en leer este artículo!
Richard Salas C – Coach Ontológico – Perú
Fernando López Chiappero – Coach Ontógico – Argentina

Le agradezco a mi querida Coach Luz Hamué, por tomar de su preciado tiempo de vida un momento para compartirme tan hermosa reflexión.
Gracias