En este artículo encontrarás una breve aproximación al concepto de paciencia y 8 hábitos que puedes incluir en tu vida para fomentarla y fortalecerla.
¡No puede ser, lo hice de nuevo!
Te dices mientras recuerdas la abrupta reacción que tuviste hoy, cuando la persona de servicio al cliente no supo darle respuesta a tu requerimiento.
Cada palabra que te decía empeoraba las cosas, de hecho, a la mitad de la conversación ya ni siquiera la escuchabas.
Te importaba muy poco que el supuesto ciberataque hubiera colapsado el sistema, tenías que hacer esos pagos mediante la plataforma electrónica para evitar multas y problemas, todo tu dinero estaba atrapado en el banco, y ella, sin inmutarse, te repetía el mismo guion aprendido.
Nadie te dio una solución y tú tampoco podías ver una, tu entendimiento estaba nublado, no sabes ni como ni cuando ya estabas gritando, hablando de su ineficiencia, de la corrupción del sistema financiero y elaborando los peores escenarios en tu cabeza.
No puedes recordar todo lo que dijiste, solo sabes que saliste de ahí azotando puertas y gritando.
Otra vez te enfadaste y perdiste los estribos, reaccionaste visceralmente y recién ahora que respiras lo ves todo un poco más claro. Sientes una extraña tensión en el estómago evocando la situación.
Sin importar el motivo, otra vez reaccionaste de manera explosiva. Aún no has encontrado la forma de gestionar tus emociones a tiempo y mantener el equilibrio y la calma cuando más lo necesitas.
“Tranquila –piensas– todos podemos perder la paciencia de vez en cuando.”

Pero, ¿en verdad la pierdes de vez en cuando?
Porque si esta conducta se ha prolongado en el tiempo, no solamente te dañará a ti, sino que terminará afectando la salud emocional de tu familia, amigos y demás personas de tu entorno; quien más quieres terminará alejándose y estarás fomentando relaciones conflictivas.
A lo mejor tú, como muchas otras personas, te sientes impotente al momento de gestionar la frustración, el disgusto o la ira, y prefieres esconderlas bajo la alfombra, reprimirlas y olvidarlas hasta la siguiente vez en la que aflorarán para traerte otro mal rato.
La situación es que, muchas veces, a pesar de que nos damos cuenta de que la falta de paciencia y ecuanimidad pueden causar graves problemas en nuestro entorno, desconocemos por donde empezar a fortalecerlas.
Por esta razón, y para evitar que sigas experimentando este tipo de circunstancias, perjudicando tus relaciones y agravando situaciones difíciles con estas reacciones, hoy vamos a profundizar en el tema de la paciencia y en algunas técnicas para alimentarla.
¿Qué es la paciencia?
La paciencia es un concepto muy simple, muy utilizado en nuestra cotidianidad, que habla de la capacidad que tenemos de mantener la calma mientras esperamos un resultado particular, sin embargo, aunque la acepción sea simple, suele resultar altamente complejo aplicarlo en la vida diaria.
La psicóloga Sarah Schnitker propone 3 tipos básicos de paciencia.
1. La paciencia interpersonal.
Como te podrás imaginar, esta clase de paciencia es la que tenemos con otras personas, sus pedidos, exigencias y lo que desde nuestro observador consideramos como “defectos”.
Algunos gatillos emocionales para perder la paciencia en este terreno pueden ser, por ejemplo, que la otra persona tenga un ritmo lento para aprender y que tengas que repetir muchas veces lo que quieres transmitir; o que al contrario consideres que es difícil de entender, intolerante o irrespetuosa con tus ritmos personales.
En casos como estos, en donde la tensión se hace evidente, el activar la paciencia y la comprensión es esencial para una interacción humana saludable, por lo tanto, se podría decir que es un tipo de paciencia activa y consciente.
Para cultivarla debes estar dispuesta/o a introducir la escucha activa, la empatía, la autoconciencia y todos los recursos emocionales que tengas a mano, especialmente cuando debas interactuar con personas que consideres difíciles.
Para poner en práctica la paciencia interpersonal debes ser capaz de detenerte a observar y evaluar cómo tus palabras y acciones afectan a la situación, antes de actuar; no puedes limitarte a accionar y esperar lo mejor o a que no ocurra lo peor.
2. Paciencia ante las dificultades de la vida.
El término perseverancia resume en una sola palabra la definición de paciencia ante las dificultades de la vida.
Puede significar, guardar la calma aunque estés atravesando un grave contratiempo vital, como por ejemplo, no darte por vencida/o cuando estás sobrellevando un proceso de salud complicado que requiere de tiempo y constancia para dar buenos resultados.
Y también, puede estar relacionada con tu capacidad para tomar acción continua hacia una meta a largo plazo, ya sea profesional o personal, sin “tirar la toalla” a medio camino.
En este caso, sea cual sea el obstáculo que tengas que superar, lo que requieres fomentar es la determinación y el enfoque para conseguirlo.
Y por supuesto, tendrás que recurrir a herramientas para gestionar las emociones debilitantes que pueden despertar al momento de encontrar obstáculos o experimentar retrocesos en el camino.
3. Paciencia ante los problemas cotidianos
Este tipo de paciencia se refiere a la serenidad que necesitas para atravesar la locura del día a día, los incendios cotidianos, las urgencias y “las cosas de la vida”.
En resumen, es la tranquilidad que debes poner de manifiesto cuando necesitas entregar un trabajo con urgencia, prendes el ordenador a primera hora de la mañana y el sistema operativo ha elegido justo ese día a esa hora para actualizarse, y si no lo haces no te deja entrar en tu escritorio.
O el aplomo que debes demostrar ante el aburrimiento que te causa realizar todos esos trámites y tareas cotidianas que en nada contribuyen a la consecución de tu visión de futuro, pero que deben ser hechas por más tediosas que parezcan.
En este caso, dos rasgos distintivos que deberás fortalecer son la autodisciplina y la atención al detalle, competencias necesarias para efectuar una tarea exitosamente, por más mundana y sin importancia que te parezca.
Aunque no lo creas, algunas investigaciones sugieren que si logras mantener la genuina calma ante las constantes y pequeñas frustraciones diarias, podrás cultivar más fácilmente la empatía y el balance, además de prevenir desajustes emocionales severos, como puede ser la depresión.
Entonces…
Como puedes darte cuenta, la paciencia es una habilidad que atraviesa todas las esferas de nuestra existencia, y desarrollarla hará que tu vida fluya de mejor manera.
Al igual que con otras competencias, necesitas practicar para dominar la técnica, así que échale un vistazo a la siguiente sección.

8 hábitos que te ayudarán a fortalecer la paciencia.
Aquí te proponemos algunas prácticas sencillas que con la aplicación constante convertirás en hábitos que alimentarán la paciencia y te permitirán ir por la vida más relajada/o, presente y fluyendo con las circunstancias.
UNO. Detecta lo que detona la explosión.
Reflexiona sobre lo que te causa frustración o ira, analiza el por qué de estas reacciones. Obsérvate en momentos en los cuales sientes que empiezas a perder la compostura, ¿qué te exaspera? ¿Es una palabra? ¿Una situación en particular?
Si no logras traer a la conciencia eso que te hace perder los estribos y te impide analizar las cosas con claridad, atrévete a preguntar a tu familia y amigos, pídeles que te digan en qué situaciones observan que reaccionas de manera visceral y explosiva.
Mantente atenta/o a lo que sientes, el solo hecho de traer presencia a esos momentos te ayudará a pensar con mayor claridad y calma.
DOS. Lleva un diario.
Date un tiempo para llevar un registro de tus actividades diarias en tu teléfono, tableta o bloc de notas, tú eliges; anota los momentos y situaciones en los que sientes mucha tensión y crees que perderás el control.
Este ejercicio no solamente servirá para detectar aquello que podrías mejorar, sino que te permitirá traerlo a la conciencia mediante la escritura y mirarlo de lejos, ser más objetiva/o al respecto de las cosas.
TRES. Reduce la velocidad.
Ya te habrás dado cuenta de que el mundo en el que vivimos es muy acelerado, y que, por supuesto, estar siempre corriendo crea mucha tensión y malestar.
La clave es establecer momentos para la pausa cuando te sientes superada/o por las circunstancias. Y fomentar espacios de tranquilidad en medio de la locura, para evitar llegar a la sobrecarga.
Por ejemplo: si te das cuenta de que estás comiendo como si alguien fuese a robar tu comida, por favor detente, respira profundo y come un bocado a la vez; si es posible, toma un bocado, deja los cubiertos, mastica, y empieza nuevamente; esos breves segundos te ayudarán a parar.
CUATRO. Ejercita la respiración en atención plena.
Incluir la práctica del Mindfulness, o cualquier otra técnica de meditación en nuestra vida cotidiana ha demostrado ser de gran ayuda para la relajación y la disminución del estrés, entre muchas otras bondades relacionadas con nuestra calidad de vida.
Para gozar de sus beneficios en favor de fortalecer tu capacidad de ser paciente, puedes iniciar dedicándole un par de minutos a conectar con tu respiración, a inhalar y exhalar lentamente con los ojos cerrados, mientras dejas que el mundo allá afuera se silencie y vuelves a encontrarte contigo.
CINCO. Relaja tus músculos.
Cuando atravesamos por situaciones perturbadoras nuestro cuerpo se estresa automáticamente. Cada persona es diferente, es posible que frunzas el ceño, aprietes la mandíbula, tensiones los músculos del vientre, las piernas o los puños, las reacciones son diversas.
Escanea tu cuerpo en situaciones de estrés y pon atención a lo que te sucede, suaviza tu entrecejo, relaja la mandíbula, has breves movimientos del cuello y los hombros, masajea gentilmente alguna parte de tu cuerpo en la que sientas dolor, y recupera tu presencia en el aquí y el ahora.
SEIS. Cuida de tus necesidades básicas.
La deshidratación, el hambre y la falta de sueño pueden desencadenar una serie de reacciones inesperadas, explosivas y violentas.
Aunque tu día sea muy agitado y tengas que cumplir con infinidad de responsabilidades, la primera responsabilidad es contigo misma/o.
Lleva contigo una botella de agua y algún bocadillo saludable para recargar tus energías cuando lo necesites.
Crea una rutina de sueño. Empieza por establecer horarios de descanso y respetarlos, a pesar de las exigencias del día a día.
SIETE. Disfruta del clima.
Para muchas personas, incluyéndome, la lluvia y el invierno pueden resultar un desafío complicado a la hora de cumplir con nuestras actividades cotidianas y eso puede afectar nuestro estado de ánimo.
Te invito a pensar que el calor, el frío, la lluvia y la nieve pueden enseñarte a aceptar el cambio o, al menos, a sobrellevar la incomodidad.
Por ejemplo, si eres de aquellas personas que no soporta la lluvia, es aconsejable que consigas un bonito y cálido abrigo, un paraguas que te guste, y que cada vez que sientas que el clima te saca de quicio, recuerdes que si nos quedamos sin agua desaparecería la vida en el planeta.
OCHO. Escucha atentamente.
¿Te pones nerviosa/o cuando tus hijos hacen múltiples preguntas sobre un mismo tema o tus compañeras/os de trabajo hablan tanto que una reunión se alarga más allá de lo que tenías planificado?
No desesperes.
En lugar de ignorarlos o enfurecer, comprométete a prestarles toda la atención que te sea posible, trae tu presencia a ese lugar, interésate en sus preguntas, inquietudes e ideas a compartir; lo más probable es que no solamente vuelvas a la calma, sino que a lo mejor aprendes algo nuevo y fortaleces los lazos con esa persona que te habla.
Y así, llegamos al final.
Recuerda. Estas pequeñas acciones incorporadas a tu vida, te permitirán estar más presente en momentos de posible conflicto o tensión, te harán sentir más tranquila/o y con el tiempo no te costará mucho volver a la calma, ser paciente y prevenir situaciones innecesariamente desagradables.
¿Qué actividad eliges para poner en marcha?
Comparte tus impresiones en los comentarios.
Será un gusto saber de ti.
Autora:
Cristina Navarrete Landázuri (Cris Del Viento)
Coach ontológico y escritora.
Fundadora de El Refugio del Artista.
Redactora en Axon Training.

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