Cuando el diálogo proyecta el ser en el hacer
Nadie nos enseñó a conversar. No nos dieron un manual de instrucciones “para conversaciones valiosas”. Aprendimos en y con la familia y luego, en otros ámbitos de socialización, enriquecimos y ampliamos nuestra habilidad conversacional.
Adoptamos así el idioma que nos contiene en términos profundamente humanos. En él están las palabras con las que expresamos dolor, miedo, amor y odio. Con él “materializamos” el pensamiento y salimos al encuentro del otro cuando lo verbalizamos.
Aunque esa comunicación no sea siempre una conversación.
¿Cómo es esto? Si hablamos, si escuchamos…. ¿acaso no estamos conversando? Sí estamos hablando, aunque no necesariamente estemos siendo parte de una conversación. Quizás monologamos frente a alguien que no escucha o no está “presente” en ese momento. O “discurseamos” ante quien no validamos, no reconocemos ni aceptamos tal cual es. Las palabras brotan de uno y otro interlocutor quienes -pese a expresarse- no se alcanzan. Casi una puesta en escena de una conversación que no es tal.

¿Qué es conversar?
Tantas veces dicha pero tan significativa, la metáfora de la “danza de dos” que define al coaching es quizás la mejor para representar el acto de conversar. Los coaches entendemos la conversación como el espacio para acompasarnos y acompañar al otro, desde la escucha del lenguaje, el cuerpo y las emociones.
En el ritmo de la conversación ontológica, valoramos los silencios y los gestos, lo dicho y lo no dicho, el relato y el quiebre. Junto a nuestro cliente, construimos esta danza con la música de las palabras. Fuera del ámbito de la conversación en sesión, cada persona puede llevar esta danza a su vida cotidiana.
Allí aparecen las posibilidades de generar conversaciones de alto valor con la pareja, con los hijos, con un equipo de trabajo, con amigos. Todos tenemos las competencias potenciales para ser buenos “conversadores” al estilo ontológico. Sólo debemos identificarlas, para entrenarlas y ponerlas en acto.
Conversar es una acción.
Decidimos hacerlo y decidimos cómo hacerlo. Podemos conversar de manera apresurada, sin espacio para la escucha y la respuesta del otro. Podemos sostener una conversación desde un estado de ánimo sereno o encarar esa charla ofuscados y recelosos con el otro. Los resultados de esos diálogos serán sin dudas bien distintos.
Por eso decimos que toda conversación -dentro y fuera de la sesión de coaching- puede motorizar la acción, hacer que algo cambie (incluso nuestros juicios y creencias). Puede impactar en nuestras vidas y en la de otros de manera evidente.
En nuestras conversaciones cotidianas ofrecemos, consensuamos, aceptamos y negociamos. Marcamos plazos y diseñamos acciones. Nos comprometemos y rendimos cuentas sobre lo hecho y no hecho. Declaramos lo que sabemos y lo que no. Asumimos riesgos, nos exponemos desde la vulnerabilidad de lo que sentimos o nos ocultamos. Aunque no lo parezca, la conversación está cargada de “acción”.

Condiciones de una conversación para la acción
En la conversación que asumimos con lenguaje generativo y con confianza en el otro comienzan a cocinarse las acciones. Una conversación de calidad genera acciones de calidad. Por eso, es importante revisar el marco para que esas conversaciones “premium” ocurran en nuestra vida de relación.
Aquí van 4 condiciones:
- Serenidad emocional. Chequear el estado de ánimo con el que llego a la conversacíón. ¿Estoy listo para afrontar este diálogo en plenitud emocional? ¿o necesito plantear “una conversación para futuras conversaciones”, al decir de Echeverría?
- Disposición a la escucha activa. Silenciar mis juicios previos y mi diálogo interior para validar lo que el otro tiene para decirme.
- Apertura. Interés genuino en el lenguaje del otro y en abrir mi lenguaje para el otro. Podemos hablar el mismo idioma y no entendernos. ¿Estoy dispuesto a aclarar, pedir aclaraciones, compartir mis significados?
Flexibilidad para asumir el cambio y actuar desde lo nuevo. Una conversación puede cambiarlo todo. O cambiar algunas cosas. ¿Puedo verme en un potencial nuevo escenario, con una nueva mirada sobre las cosas? Qué estoy dispuesto a dejar atrás? ¿Qué riesgo quiero asumir?
El lenguaje de nuestras conversaciones tanto describe como construye la realidad. Podemos optar por el lenguaje generativo para
- no quedarnos en la mera descripción del entorno
- abrir nuevas posibilidades
- manifestar nuestro cambio de observador con declaraciones que configuran nuevos compromisos
- proyectar nuestro ser en un hacer distinto.
En la conversación, el “quien estamos siendo” -con nuestras dudas y certezas, nuestros desafíos y logros- trasciende hacia el hacer. La conversación llega primero para dibujar el territorio en el que luego ocurrirá la acción. Darnos tiempo para conversar y prefigurar allí acciones es un regalo para nosotros y para los demás.
Por Alejandra Schiavoni
Lic. en Comunicación-Coach Ontológica
Mentora de mujeres emprendedoras

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