En este artículo encontrarás una nutrida reseña sobre las etiquetas, su influencia en nuestras vidas y cómo evitar que marquen nuestro destino.
¡Estoy cansada de las etiquetas!
No sé si a ti te pasa, pero a lo largo de mi vida he tenido que vivir bajo la influencia de demasiadas etiquetas.
He representado papeles de acuerdo con la etiqueta correspondiente: “mujer”, “madre”, “profesional”, “jefa”, “asistente”, “guerrera” y un infinito etcétera, ya sea que yo me las haya puesto o que otros me las hayan asignado.
Y claro, he ido viviendo (consciente o inconscientemente) la vida de acuerdo con la descripción del puesto y el manual de procedimientos que acompaña a la etiqueta en cuestión, como si fuera una profecía autocumplida.
Como resultado, te confieso que he sufrido mucho.
La realidad es que muchas personas (queriendo o sin querer) nos identificamos con nuestro pasado, profesión, trabajo, apariencia física, situación socioeconómica, religión, país e incluso condición de salud, a tal punto, que perdemos la perspectiva de quienes somos en realidad.

Pero ¿Cómo funciona esto de las etiquetas?
La Real Academia Española (RAE), define a una etiqueta (entre otras acepciones) como una “pieza de papel, cartón u otro material semejante, generalmente rectangular, que se coloca en un objeto o en una mercancía para identificación, valoración, clasificación, etc.”
Hazte a la idea de que todas las personas vamos por ahí como si fuésemos pizarras cubiertas de post-it y que en lugar de encontrarnos genuinamente, nos conocemos a través de lo que dice en esos papelitos autoadhesivos de colores que nos rodean.
Las etiquetas reflejan lo que pensamos sobre otras personas y sobre nosotros.
Estas no solo influyen en la creación de nuestra identidad personal, sino que también nos permiten reconocer que los demás tienen cualidades diferentes.
Las etiquetas han sido muy útiles para la humanidad, en tanto y en cuanto, nos ayudan a comprender y respetar las diferencias de necesidades, cultura y personalidad, a organizar los estímulos del entorno, a reconocer las cualidades propias y ajenas, y a crear un sentido de pertenencia y poder personal.
Sin embargo, al ser tan influyentes en la sociedad y la identidad del individuo, pueden ocasionar malentendidos, estereotipos y discriminación, convirtiéndose en una distorsión cognitiva.
Y ¿Qué son las etiquetas como distorsión cognitiva?
En psicología se habla de etiquetar como una distorsión cognitiva en la que distinguimos una característica de una persona, de un evento en particular, y la generalizamos como si ese fuera su estado natural de ser, su identidad, su personalidad.
Si sufres de depresión, eres una “deprimida”, “depresiva” o incluso “loca”; si decides que la carrera universitaria que elegiste en primera instancia no era para ti y la dejas, eres un “fracasado”; o no estar dispuesto a someterte a la presión social y realizar acciones extremas eres una “cobarde”…
¿Te das cuenta?
También solemos hacer generalizaciones mucho más amplias que afectan a un grupo étnico, a una nacionalidad o a un género, que suelen ser a menudo discriminatorias y que pueden causar graves daños al tejido social.
El color de tu piel puede ser motivo de desconfianza, tu identidad de género puede ser causa de agresión, tu nacionalidad puede ser una razón para prejuzgar tu desempeño en el trabajo o tu honestidad.
¿Vas descubriendo su impacto?
Cuando etiquetamos nos quitamos la oportunidad de pensar objetivamente sobre el comportamiento observado. Además, empezamos a mirar a las otras personas y a nuestro propio ser a través de la etiqueta asignada.
Y bajo estas circunstancias, filtramos cualquier información sobre la persona, que no encaje dentro de la etiqueta y la dejamos fuera (la omitimos sin compasión). Por otro lado, vamos buscando elementos que coincidan con la descripción elegida para afianzar nuestra creencia.
Esta forma de procesar lo que sucede a nuestro alrededor no hace más que crear y alimentar los conflictos innecesarios, la intolerancia, el sufrimiento, la separación, la tristeza y la desesperanza.
Como te habrás dado cuenta, las etiquetas, utilizadas fuera de lo necesario para no perder la razón organizando nuestro mundo exterior, pueden ser armas letales tanto para nuestra autoestima y confianza como para nuestra sana relación con las personas que nos rodean.
Entonces…

¿Cómo combatir el hábito de etiquetar, en un mundo que todo lo etiqueta?
Aunque puede resultar desafiante desprenderte de las etiquetas, a continuación te comparto 5 recomendaciones para que empieces a liberarte de ellas:
1. Describe objetivamente lo sucedido
Cuando luego de un mal día te descubras diciéndote: “soy una tonta”, “soy un inútil”, detente por un momento. Respira, captura tu juicio y describe la situación que te llevó a decirte tal cosa, lo más objetiva y claramente que te sea posible.
Una vez que tengas el hecho simple, sin juicios, seguro descubrirás que disminuyen los sentimientos negativos. E incluso, es probable que situaciones que parecían irresolubles se vuelvan más llevaderas y consideres posibles soluciones.
Si, por otro lado, esto no se trata de ti, sino de un juicio que vas cargando sobre otra persona, haz el mismo procedimiento.
Esto no solo te servirá para disminuir el malestar y aclarar la mente, sino que paulatinamente llevará tu atención lejos de la necesidad de etiquetar y etiquetarte.
2. Dile NO a los adjetivos que otorgan las etiquetas
Abandona los adjetivos para describirte, a no ser que vayan a levantarte el ánimo (y haz lo propio para dirigirte a otras personas).
Estar constantemente calificándonos despectivamente por cada acción poco acertada que ocurre en nuestras vidas afecta enormemente a nuestra autoestima y valía personal.
El cometer errores es parte del camino. Así que, ¡Olvídate de los adjetivos calificativos despectivos para ti y los demás!
Cuando algo no muy deseable ocurra, haz una lista de todo lo aprendido, rescata las habilidades que desarrollaste en el camino y enumera a las personas que has conocido.
Seguro verás todo desde una nueva perspectiva.
3. Descubre otros puntos de vista
Ignorar el punto de vista de otras personas nos impide aprender, desarrollarnos y ampliar el horizonte.
Los seres humanos estamos diseñados para aprender y evolucionar constantemente. Sin embargo, a veces nos aferramos tan fuertemente a nuestras creencias que nos volvemos ciegos ante otras posibilidades, rígidos e intolerantes, lo que nos impide detectar el valor de nuevas ideas y nos hace perder oportunidades.
Por eso, debemos darnos a la tarea de soltar las etiquetas prefabricadas que la sociedad nos ha impuesto sobre las cosas, personas o situaciones que escapan a nuestra comprensión.
Abre tu mente a indagar sobre aquello que te es inexplicable, lo que parece raro, excéntrico o que definitivamente nunca viste antes.
Escucha a otras personas expertas en lo que ignoras, a lo mejor te encuentres con gratas sorpresas.
Reconsidera tus opiniones sobre algún tema que te interese. Ponlas bajo la lupa, busca información nueva, escucha más de un punto de vista e incluso, si te sientes preparada, preparado, cuestiona aquellas cosas que consideras verdades absolutas.
Es probable que, aunque conserves muchas de tus creencias, vayas encontrando nuevas ideas que aporten a tu vida.

4. Haz amistad con un extraño.
Tal vez estás pensando en salir a buscar a un extraño en la calle, pero no, no se trata de eso.
Se trata de que incluyas un espacio en tu agenda, o más de uno si fuera posible, para estar a solas contigo.
Elimina todo el ruido en el entorno, habla con las personas a tu alrededor y pídeles que te permitan ese momento; cuida de que no haya interrupciones.
Haz una lista de las etiquetas que crees que has tenido y pretende que al escribirlas las dejas en el papel con todo y su manual de procedimientos.
Supón que te has despojado de todo eso que te pusiste encima a lo largo de los años, cierra tus ojos y visualízate como una niña o un niño sin prejuicios de ningún tipo. Siente como recuperas la flexibilidad y fluidez de la infancia.
En esos primeros años infantiles los pequeños humanos nos acercamos a las personas con inocencia y sin prejuicios. No vemos el color, el género, la raza o la religión, simplemente, la vibra, como diríamos coloquialmente.
Recupera esa sensación, hazla fuerte, y cuando la tengas vuelve a tu centro, respira profundo y abre los ojos.
Conservando la emoción, haz algo que disfrutes, sin preguntar el para qué o si lo consideras útil o no. No tiene que ser nada extraordinario o alocado, solo algo que quieras, nada, si es lo que deseas.
Este breve ejercicio te dará pistas sobre ese extraño o esa desconocida con la que vives a diario, y pronto verás más allá de las etiquetas.
5. Cuestiona los supuestos para erradicar los malentendidos
No supongas nada.
Interpretar o dar por sentado que una persona es de una u otra manera por su apariencia o por una reacción aislada, pensar que algo es obvio porque tú así lo interpretas, puede ser una buena forma de crear distancia, confusión y conflicto.
Preguntarte sobre lo que sucede contigo y a tu alrededor es vital para soltar, poco a poco, las etiquetas que de manera tan simplista nos categorizan y categorizan a los demás.
Al indagar sobre tus motivos y los motivos de otros, abres puertas para que las personas se reivindiquen y tú también puedes corregir el camino cuando sea necesario.
Lleva a la mano preguntas como:
- ¿Por qué esto o aquello es como es?
- ¿Por qué esta persona se comporta de esta manera? ¿Qué puede estar detrás de su actitud?
- ¿Por qué experimento lo que experimento?
- ¿Qué es un hecho y qué es mi interpretación?
Mantén la mente abierta.
Deshacerse de una etiqueta o de un estereotipo no es tarea sencilla. Sin embargo, ser flexible con tus percepciones sobre los demás y sobre tu propia identidad será de gran ayuda.
Todas las personas somos mucho más que un adjetivo, así que empieza hoy mismo a quitarte las capas que han ocultado tu verdadera identidad.
¿Cuál es la primera etiqueta que piensas soltar?
Comparte tu experiencia en los comentarios.
Será un gusto leerte.

Autora:
Cristina Navarrete Landázuri (Cris Del Viento)
Coach ontológico y escritora.
Fundadora de El Refugio del Artista.
Redactora en Axon Training.
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