En este artículo encontrarás una breve reseña sobre el concepto de antifragilidad y 5 estrategias para implementarla en tu vida.
En la búsqueda de lograr una mejor calidad de vida y sobre todo con el objetivo de enfrentar acertadamente la volatilidad, la incertidumbre y el caos, que de un tiempo a esta parte, son ingredientes de nuestra vida cotidiana, en la mayoría de los lugares del mundo, por no decir en cada rincón del planeta, me encontré con un interesante concepto, que llamó mi atención: la antifragilidad.

Después de indagar a fondo, leer y escuchar a varios expertos y sentir que lo tengo mucho más claro, decidí darme a la tarea de escribir sobre él, compartiendo contigo una idea, que estoy segura, te será de mucha utilidad para navegar las circunstancias más desafiantes.
Así que, sin más por el momento, vamos al meollo del asunto.
¿Qué es la antifragilidad?
Este es un concepto introducido por Nassim Nicholas Taleb, libanés-estadounidense, ensayista y analista de riesgos (entre otras cosas), en su libro: “Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden”.
A breves rasgos, la antifragilidad se refiere a las cosas que se vuelven más fuertes y resistentes al ser expuestas al estrés, la incertidumbre y el caos.
Al principio me costó entender las fórmulas matemáticas y principios subjetivos que alrededor del concepto se tejen. Luego, me di cuenta de que la mejor forma de sumergirse en la idea de la antifragilidad, es pensar en distintos elementos, sistemas u objetos y su respuesta ante la presión, el impacto y la inestabilidad.
Para empezar, la propuesta nos sugiere que existen 3 clases de cosas en nuestro mundo, aquellas que son frágiles, las robustas y las antifrágiles.
Frágiles
Las frágiles se dañan o rompen fácilmente con el estrés.
Un ejemplo muy cotidiano de esta categoría es un jarrón de porcelana o cristal de bohemia. Para todas las personas (o por lo menos la mayoría) no es desconocido, que si dejas caer esta pieza al suelo, se hará añicos y difícilmente podrás dejarla como nueva, hagas lo que hagas.
Otros ejemplos de fragilidad podrían ser:
Una empresa cuyos beneficios dependen de un único producto, pues si ese producto se queda obsoleto, podría ser el fin de la compañía.
O, un delicado ecosistema que se ve drástica y rápidamente alterado por las acciones humanas.
Robustas
Las robustas, en cambio, pueden soportar bastante bien el estrés y permanecer relativamente inalteradas.
En este grupo podrían estar:
- Una sólida mesa de roble,
- Una roca,
- Una estructura metálica,
- Un puente que puede soportar condiciones meteorológicas extremas sin derrumbarse,
- Entre muchos otros.
El problema con las cosas robustas, es que cuando el impacto recibido llegue más allá de sus límites, seguramente, también sufrirán daños irreparables.
Por ejemplo: si una piedra es impactada con la fuerza indicada o sometida a la misma presión por un tiempo prolongado, seguramente terminará partiéndose en pedazos, y aunque se convertirá en muchas piedras pequeñas, no volverá a ser la piedra que fue.
Antifrágiles
Y luego, están las antifrágiles, que son, por decirlo de alguna manera, las resilientes con esteroides.
Más claramente, si algo resiliente es aquello que resiste muy bien a formas de tensión significativas y luego vuelve a su estado original, aquello que es antifrágil, no solamente se adapta y resiste, sino que sale fortalecido, renovado y mejorado de la crisis; de hecho, se alimenta de la perturbación y el desorden.
Un ejemplo de antifragilidad es nuestro sistema inmunológico. Cuando nuestro cuerpo se expone a un nuevo virus o bacteria, este responde creando anticuerpos para combatir la infección. De esta manera, si en un futuro vuelves a exponerte al mismo patógeno, tu sistema inmunológico estará preparado y será menos probable que enfermes.
Otro ejemplo es el mercado de valores. Pues, aunque este puede ser impredecible y volátil, tiende a recuperarse de las caídas y a alcanzar nuevos máximos. Esto se debe a que el mercado se adapta a las condiciones cambiantes, se vuelve más resistente a medida que se expone a la crisis y recesiones.
Y por si todavía necesitas atar cabos, otra muestra palpable de antifragilidad es nuestro cuerpo físico.
Seguro, te habrás dado cuenta de que cuando empiezas a hacer ejercicio tu cuerpo duele, parece imposible levantarte otro día a realizar tu rutina. Mientras avanzas, el dolor disminuye, los músculos se tonifican, e incluso cosas que no parecen relacionadas mejoran, la calidad de sueño, la densidad de tus huesos aumenta, y los niveles de energía mejoran.

¿Te das cuenta?
Somos un ejemplo de antifragilidad ambulante.
Ahora, tú me dirás, si soy tan antifrágil como lo describes, ¿por qué siento que ya no puedo más con las presiones de la vida?
Y es justamente para responder a esa pregunta, que se hace indispensable hablar no solo de los elementos o sistemas antifrágiles, sino de cómo las personas y nuestra mentalidad calzamos en este enfoque.
Cuando hablamos de mentalidad, desde esta mirada, también se la puede clasificar en frágil, robusta y antifrágil.
Mentalidad frágil
Una persona con un mindset frágil es aquella que se siente sacudida fácilmente por el estrés, las dificultades y la incertidumbre.
Este tipo de personas suelen evitar al máximo la novedad y los retos que podrían sacarlas de su zona de confort. Su temor al fracaso a menudo las paraliza, porque su preocupación por las consecuencias de cada uno de sus actos es agobiante.
Les resulta difícil recuperarse de los contratiempos y suelen sentirlos como fracasos personales, lo que les impide ver en ellos las oportunidades de aprender y crecer.
Mentalidad Robusta
La persona de mentalidad robusta permanece estable e inquebrantable ante las situaciones estresantes, volátiles o inciertas.
Además, es capaz de mantener la concentración, la compostura y un nivel constante de productividad, independientemente del entorno o las circunstancias.
Puede que sean personas que no se vuelvan, necesariamente, más fuertes o mejores ante la adversidad, pero son capaces de resistir a ella sin verse muy afectadas.
Al igual que cuando hablamos de la piedra, es posible que incluso parezcan salir intactas de situaciones complicadas. Sin embargo, es muy probable que se encuentren acumulando cierta cantidad de tensión, que aunque les pase inadvertida, va sumando, y cuando esta les llegue al límite pueden quebrantarse de manera inesperada y dolorosa.
Mentalidad antifrágil
Alguien con una mentalidad antifrágil, como ya te imaginarás, se vuelve más fuerte y resistente frente al estrés y contratiempos que se le presentan.
Las personas con este tipo de mentalidad miran cada “fracaso” o “error” como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje.
Están siempre en la búsqueda de experiencias nuevas, asumen riesgos calculados, están abiertas a incorporar nuevos conocimientos y adaptan sus comportamientos y creencias, a medida que incluyen nuevos aprendizajes.
No solo sobreviven a la adversidad, sino que prosperan en ella.
¿Qué te parece?
Ahora que hemos dado una breve mirada a esto de la antifragilidad, de seguro te estás preguntando:
¿Qué debo hacer para cultivar una mentalidad antifrágil?
Es posible que a estas alturas, ya estés intentando encasillarte (o encasillar a alguien) en alguna de las mentalidades de las que hablamos. Pues, simplemente, no lo hagas, ese es el primer paso.
Cada persona es un mundo, y puede ser que seas diferente al afrontar diversos retos y que lo que sucede en cada ámbito de tu vida te afecte de manera distinta.
Ahora, sin juicios ni presiones, date la oportunidad de poner en marcha estas 5 estrategias para cultivar una mentalidad antifrágil:
1. Abraza la incertidumbre y el riesgo
Prueba cosas nuevas, asume algunos riesgos calculados y sal de tu zona de confort.
No tiene que ser nada extraordinario, si sueles planificar hasta el último detalle de tu vida, incluye una salida improvisada en tu agenda.
Incorporar la improvisación en el cronograma puede parecer contradictorio, sin embargo, hacerle un espacio te permitirá recordar que ese día a esa hora saldrás de tu casa sin rumbo fijo y harás cosas no planificadas. Simplemente, pasear y ver que te ofrece el día.

2. Enfócate en el proceso
Aunque no debemos perder de vista esa visión de futuro tan anhelada, resulta indispensable disfrutar del camino.
Céntrate en el proceso, dirige tus esfuerzos en no perder de vista todos los aprendizajes y oportunidades que pueden presentarse como resultado de un contratiempo.
Considera que no existen los fracasos, simplemente, ensayos que te ayudarán a perfeccionar el proceso que te llevará a conseguir tu objetivo.
Imagina un bebé que está aprendiendo a caminar, ¿verías como fracasos los intentos fallidos de ponerse de pie o el gateo antes de adoptar una posición erguida?
No, seguramente que no.
Entonces, así, con la misma compasión y benevolencia, juzga de hoy en adelante tus esfuerzos para alcanzar un objetivo. Míralos con curiosidad y saca lo mejor de ellos, segura, o seguro, de que lo harás cada vez mejor.
3. Desarrolla la resiliencia
Existen varias estrategias para desarrollar esta cualidad, podrías empezar por exponerte a pequeños retos controlados que te saquen brevemente de tu zona cómoda, como pueden ser:
- Emprender en un proyecto que has venido postergando
- Incursionar en una nueva actividad que te atraiga, aunque no tengas la certeza de tener éxito.
- Empujarte a trascender algún pequeño miedo que te esté incomodando.
No tiene que ser nada radical ni temerario, simplemente un pequeño paso para ampliar tu zona de comodidad.
Ahora, si quieres profundizar en este tema y hacerte de más herramientas, cuando termines de leer esta nota, pásate por nuestro artículo: Resiliencia: El arte de atravesar tiempos difíciles.
No te arrepentirás.
4. Cultiva una mentalidad de crecimiento
Evita a toda costa la hiperespecialización y caer en el dogmatismo.
Está bien que seas firme en tus creencias y que quieras cultivar la experticia en aquello en lo que eres bueno y conoces a profundidad. Sin embargo, no pierdas de vista que en momentos de alta complejidad necesitamos de muchos saberes para salir a flote y prosperar.
Así que, predisponte a ver el mundo con mente de aprendiz, cuestiona todo aquello que consideras una verdad absoluta. Date la oportunidad de aprender nuevas habilidades e ir más allá de lo que hasta hoy creíste posible para ti.
Indaga en algún tema del que sepas muy poco o absolutamente nada, algo que te dé curiosidad, aunque no sea precisamente un asunto que te encante. Averigua todo lo que puedas, escucha entrevistas, lee artículos, busca videos y podcast, habla con personas que sepan de ello (si las tienes a la mano).
El objetivo de este ejercicio, es que te des cuenta de que tienes la capacidad de aprender cosas nuevas y que tus habilidades no son fijas. Siempre puedes incluir algo novedoso, hacerte de nuevos conocimientos y transformarte.
5. Practica la gratitud y la atención plena
Tanto la gratitud como la atención plena son de gran ayuda en esos momentos en los que necesitas volver a la calma y mantener los pies sobre la tierra.
Cultivar un sentimiento de gratitud por lo que sí tienes, aun en las peores circunstancias, te devolverá algo de perspectiva e impedirá que la luz de la esperanza se apague.
En lo que se refiere a la atención plena, ten por seguro que su práctica cotidiana te permitirá ver el mundo desde un sitio más armonioso, y te ayudará a manejar el estrés y la incertidumbre de mejor manera.
Recuerda. Construir una mentalidad antifrágil es un proceso continuo y requiere esfuerzo y dedicación constantes. Con la práctica, aprenderás a aceptar los retos y los contratiempos, además serás más resiliente y adaptable con el tiempo.
Gracias por acompañarme hasta aquí, ha llegado la hora de tomar acción…
¿Cuál es la primera estrategia que implementarás en tu camino hacia la antifragilidad?
Comparte tus impresiones en los comentarios.
Siempre es un placer leerte y aprender junto a ti.

Autora:
Cristina Navarrete Landázuri (Cris Del Viento)
Coach ontológico y escritora.
Fundadora de El Refugio del Artista.
Redactora en Axon Training.
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