En este artículo encontrarás una breve aproximación al concepto de fatiga por compasión, su importancia en nuestras vidas como profesionales del acompañamiento y algunas sugerencias para permanecer en nuestro centro.

“(…) En caso de despresurización de la cabina, se abrirá automáticamente un compartimiento sobre sus asientos, que contiene máscaras de oxígeno. Tire de la suya, colóquela sobre su nariz y boca y respire normalmente. Si viaja con niños o personas que necesiten de usted, colóquese primero la máscara, antes de asistir a los demás (…)”
Si alguna vez has viajado en avión, seguramente has escuchado algo como esto, entre las instrucciones que el equipo de abordo da antes de despegar.
Pienso que esta metáfora calza perfecto con el tema que te comparto hoy.
Las personas que hemos dedicado parte de nuestra vida al cuidado o acompañamiento de otras personas, sin importar que sea desde tu trinchera profesional o en la vida personal, estamos expuestas a saturarnos con el dolor y el trauma de los demás.
Claro que existen factores personales que nos hacen más o menos susceptibles a este cansancio emocional, y sin duda alguna, nuestros niveles de compasión y empatía son diferentes.
Sin embargo, si no tomamos las precauciones adecuadas, es posible que lleguemos a tener un nivel de cansancio y estrés emocional que perjudique nuestra vida, nuestro desempeño y nuestra salud.
Por eso, hoy hablaremos sobre la fatiga por compasión (compassion fatigue) y cómo mantenernos en el punto de equilibrio exacto entre estar presentes para las otras personas y cuidar de nuestra salud.
¿Qué es la fatiga por compasión?
Esta condición podría definirse como un estado de angustia y agotamiento emocional, acompañado por disfunciones biológicas, psicológicas y sociales que puede afectar a todas aquellas personas que cuidan de otras personas, o seres vivientes, en situaciones desafiantes, de vulnerabilidad, riesgo o enfermedad.
¿Alguna vez has ido a un hospital y has sentido que al personal de salud le importas menos que nada?
No eres la única persona que lo ha experimentado, a todas nos ha pasado alguna vez (o al menos a mí).
Luego de tu cita, te vas pensando sobre la actitud de estas personas y no logras comprender cómo pueden ser tan insensibles ante tu dolor.
¿Crees que eligieron esa profesión porque odian a la gente y detestan atenderla?
Pues no. La cuestión es que al estar todo el tiempo en contacto con el sufrimiento de otras personas, es muy posible que sean víctimas de un alto grado de estrés emocional que las ha desensibilizado y ha provocado una incapacidad de estar presentes para los otros.
Para que lo veas más claro…
¿Cuáles son algunas señales de que podrías estar experimentando fatiga por compasión?

1. Aislamiento.
Cuando estás en este lugar quieres alejarte del mundo, evitas el contacto con amigos y otras personas de tu círculo social. Tienes una extraña sensación de incomodidad y hasta piensas que las personas se acercarán a pedirte algo y no podrás acceder a su pedido, porque sientes que tu energía está completamente drenada.
2. Arrebatos Emocionales.
¿Has tenido abruptos estallidos emocionales por cosas muy sencillas y cotidianas?
Es muy posible que reacciones exageradamente a cualquier situación mínimamente estresante que salga de la rutina, y las respuestas pueden ser el llanto, la ira descontrolada e incluso el pánico o la huida de la situación angustiosa.
Se te riega un vaso de jugo en la mesa y en lugar de tomar una toalla y limpiarlo, te levantas, tiras la silla, gritas y sientes que es un verdadero holocausto.
¿Te ha pasado?
3. Malestar físico.
¿Sientes dolores y malestar físico, a menudo sin causa aparente?
Las sensaciones más comunes que puedes experimentar son: dolor de cabeza, picazón en la garganta, alergias, tensión y dolor de cabeza, tensión en los hombros, dolor de espalda baja, trastornos gastrointestinales (como puede ser: colón irritable), entre otras relacionadas.
4. Desensibilización.
¿Existen momentos en que no logras empatizar con el dolor ajeno? ¿Ni siquiera puedes conectar con tus seres más queridos?
No sientes nada, es como si tus emociones hubieran sido secuestradas, están adormecidas, y lo único que logras percibir es la culpa y la frustración que aquello te causa.
Aquella amiga que antes podía acudir a ti por consejo y acogida, llega a contarte sus problemas y tú solo piensas: “¿crees que eso es un problema?, ¡ya madura!”, aunque tratas de darle una respuesta políticamente correcta.
Tu séptimo cliente llega con el mismo desafío que los anteriores seis, y tú ya no lo ves, no logras conectar, no estás presente, escuchas (o más bien oyes), mientras te pierdes en tus propias cavilaciones.
Y al final del día solo te queda un horrible sentimiento de culpa, vergüenza y apatía.
5. Resentimiento.
¿Empiezas a evocar todos los agravios que has recibido de todo ser humano sobre el planeta?
El rencor y la amargura se van convirtiendo en amigos cercanos, buscas culpables y parecería que todos están en tu contra. Es como si fueras tú sola (solo) contra el mundo.
6. Hábitos autodestructivos.
¿Has descuidado tu salud de alguna manera? ¿Estás haciendo cosas que podrían causarte un problema?
Empiezas a dejar de lado las buenas prácticas de alimentación, higiene, descanso y autocuidado.
El uso de sustancias como el alcohol, la nicotina o drogas de otro tipo, pueden ser parte de la rutina diaria, e incluso podrías sentir la necesidad de incursionar en actividades de riesgo, altamente adictivas, como pueden ser las apuestas o las carreras clandestinas (en las situaciones más críticas).
7. Flashbacks y pesadillas recurrentes.
En situaciones más críticas podrías traer a tu memoria sucesos traumáticos vividos en el pasado y experimentarlos de nuevo en tu conciencia con gran claridad, en calidad casi fotográfica; e incluso tener pesadillas constantes que te impiden tener un descanso reparador e incluso te quiten el sueño.
Este tipo de alerta te podría estar invitando a buscar ayuda profesional para que pueda acompañarte en tu proceso.
Algunas alertas adicionales:
- ¿Tienes dificultad para concentrarte?
- ¿Sientes tristeza, apatía y aburrimiento?
- ¿Te cuesta mucho tomar decisiones?
- ¿Las discusiones con otros están a la orden del día?
- ¿Te empiezas a cuestionar el sentido de la vida?
- ¿Sientes que has perdido tu propósito
Hay muchas alertas que se pueden observar en la fatiga por compasión, permanece presente para que puedas escucharlas.

Y ¿Cuáles son sus causas?
Bueno, los expertos afirman que las raíces de esta condición empiezan en la infancia y es producto de ciertos patrones aprendidos que hemos incorporado y fortalecido a lo largo de nuestra experiencia de vida.
Las 4 causas más evidentes son:
1. Enfoque en las necesidades del otro.
A menudo el entorno social nos enseña, ya sea directa o indirectamente, que las acciones más loables son las que van dirigidas a cuidar a los otros, y, por otro lado, se estigmatiza como egoísta cuidar de nosotros, por lo tanto, se genera un sentimiento de culpa y vergüenza cuando se trata de cuidar de nuestras propias necesidades.
2. Falta de límites personales saludables.
Cuando lo negociable y no negociable en nuestras vidas es confuso o nuestros límites son tan amplios que lo permitimos todo por amor, por miedo o porque “así son las cosas”, soltamos nuestra valía personal y vamos a la deriva empujadas por las exigencias de otras personas.
4. Exagerado sentido de responsabilidad.

Cuando en nuestra infancia atravesamos eventos traumáticos como la muerte de un ser querido cercano, el abuso, la enfermedad propia o de otros, la violencia intrafamiliar u otras situaciones similares, asumimos la responsabilidad de las cosas.
Buscamos la manera de ayudar, de que los otros no sufran, de calmar las cosas, e inocentemente, pensamos que podemos salvar nuestro mundo.
Así nace un hiperdesarrollado sentido de la responsabilidad que nos lleva al límite en todos los ámbitos de nuestra vida.
Y de pronto, nos encontramos queriendo rescatar a cualquiera que lo necesite, sin importar el costo para nuestra vida.
Ahora, seguramente querrás saber ¿cómo prevenimos la fatiga?, ¿cómo lo tratamos?, ¿hay solución?
¡Claro que sí! Vamos a ello…
Hora de elevar tu calidad de vida
Ya sea que te hayas dado cuenta de que eres la perfecta candidata (o candidato) para la fatiga por compasión, o que, afortunadamente, te sientas libre de esta posibilidad, a continuación te comparto 5 prácticas de autocuidado que, sin duda alguna, harán la diferencia.

1. Fortalece tu cuerpo.
Enfócate en fortalecer estos 4 de los puntales básicos para nutrir tu capacidad de resiliencia: horarios y calidad de descanso y sueño adecuados; una buena nutrición acorde a tus propias necesidades; actividad física regular; y prácticas de relajación y conciencia plena (mindfulness, meditación, yoga, etc.)
Toma mucha agua y respira con conciencia.
2. Alimenta tu mente.
Tómate un tiempo a solas diariamente para reflexionar, para pensar e incluso desafiar ese diálogo interno que te está causando incomodidad y sufrimiento.
Haz una dieta mental, cuida lo que ves, las conversaciones en las que te involucras y los temas a los que les pones atención, evita los noticieros y otros programas desesperanzadores, en la medida de lo posible.
3. Crea tus propios rituales.
Por ejemplo:
Escribe sobre algo que te esté molestándote, desahoga todo lo que llevas dentro, sin importar las “malas palabras”, los insultos, y todo lo que tengas dentro, suéltalo todo en el papel.
Luego quema ese papel con la intención de dejar ir todo eso que te molesta.
Mírate al espejo y date palabras de aliento, abrázate, practica la compasión y la empatía con la persona más importante de tu vida: tú.
Inventa algo que te haga sentir mejor.
4. Vuelve a tu origen.
Al igual que todos los seres vivientes sobre la faz de la tierra, nosotros necesitamos conectar con nuestra naturaleza.
Camina con tus pies descalzos sobre la hierba, abraza un árbol, toma sol regularmente, viaja a una cascada (si puedes), o simplemente, trae a casa una planta preciosa y verde con la que puedas compartir cada mañana.
Aunque parezca algo muy simple, renovará tu energía.
5. Ponte primero la máscara de oxígeno.
Ya sea que seas una madre cuidando de tus pequeños, un hijo cuidado de su padre, coach, terapeuta, counsellor, voluntaria, voluntario, o lo que fuera, si te dedicas al acompañamiento de otros, estoy segura de que habrás impactado positivamente más de una vida.
Entonces, ¿no sería lo más lógico que empieces por transformar tu propia vida?
Pues sí.
Así que, si notas que no estás pudiendo cuidar de ti como deberías y recargarte de energía para seguir en ese camino de entregar con amor y compasión, busca ayuda, piérdele el miedo, habla con profesionales, con pares, con grupos de apoyo, con quien pueda tenderte una mano.
Un dato interesante. Antes de cerrar no quiero dejar de compartir contigo que existen algunos expertos que postulan que la fatiga por compasión debería ser llamada agotamiento empático (empathic strain), y lo sustentan desde diferentes miradas. Te lo comparto por si quieres profundizar y hacerte de más información.
Espero que todo lo compartido sirva para enriquecer tu vida y darte una nueva perspectiva.
Gracias por leerme.
Comenta tu experiencia y comparte con nosotros.
Autora:
Cristina Navarrete Landázuri (Cris Del Viento)
Coach ontológica y escritora.
Fundadora de El Refugio del Artista.
Redactora en Axon Training.

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